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LAS CRIPTAS DE KAUA

Esta leyenda es del poblado de kaua en el estado de Yucatán 
Se encuentran unas criptas, muy extensas y se dice que nadie las ha podido explorar en su totalidad.
Pero los antiguos de ese poblado cuentan que, que al entrar a las criptas se pueden escuchar una voz diciendo “in k’aatech” que en lengua maya significa, te quiero
He aquí la leyenda.

Vivía una vez en la corte de Chichen el sacerdote H'Kinxoc, padre de una doncella de maravillosa belleza. Se llamaba ésta Oyomal, que quiere decir «Timidez». Eran muchos los que la pretendían; pero ella se mostrábase amable con todos, sin dar a ninguno su preferencia. Entre sus adoradores se contaron pronto Ac y Cay, los dos príncipes hermanos. La pasión se encendió en sus pechos con tal fuerza, que se desencadenaron entre ellos la rivalidad y el odio. El sacerdote H'Kinxoc temía que estallase la guerra civil si Oyomal se inclinaba por uno de los dos jóvenes, y suplicaba a los dioses que esto no llegase a suceder. Pero Yacunah, el amor, dispuso las cosas de otra manera, y Cay, gallardo, varonil y valiente, rindió con sus poemas el corazón de Oyomal.
Encolerizado Ac por la fortuna de su hermano, envió contra él a sus guerreros, los cuales le sorprendieron cuando juraba amor a la bella Oyomal. El enamorado príncipe fue aprisionado en la hondonada de Kaua, mientras su dama era conducida al claustro de las vírgenes de Chichen Itzá, y el sacerdote H'Kinxoc fue encerrado en el santuario de Mutul. La cólera de Ac era enorme; pero su amor era aún mayor, y siguió cortejando solícitamente a la hermosa Oyomal. Todas las mañanas acudía al claustro de las vírgenes y le hablaba de su pasión; pero ella permanecía silenciosa. Todavía sonaban en sus oídos las apasionadas palabras de Cay: “in k’aatech”, que significa te quiero  Y entretanto Cay, en la hondonada de Kaua, se repetía una y otra vez las que ella le había contestado: «Como las plantas al rocío de los cielos, como las aves al primer rayo del sol matinal».
Y un día, inspirado por el amor, Cay tuvo la idea de construir, valiéndose de una mina, un largo e intrincado subterráneo desde su prisión a la de su amada. Y el amor, que nunca le abandonaba, le dio fuerzas para realizar su propósito. Oyomal pudo así un día escuchar realmente de los labios de Cay las palabras que incesantemente se repetía en su interior: “in k’aatech” Pero su dicha fue corta. Se acababan de reunir los dos enamorados, cuando Ac penetró en la estancia y mandó a sus guerreros que prendiesen al fugitivo y diesen muerte a los guardianes que habían permitido su huida. Entonces habló Cay. Dijo que había venido por un camino desconocido, guiado sólo por el amor y que al amparo de él marcharía por el mismo con su prometida. Dicho esto, tomó en brazos a Oyomal y desapareció por el laberinto que lo había traído.
El encolerizado Ac salió en el acto en su persecución con sus guerreros a través de las criptas, y los fugitivos fueron alcanzados, recibiendo muerte y sepultura en el camino subterráneo que el amor había tendido entre ambos. Pero sus frases de amor se pueden escuchar todavía en las noches de enero, cuando la brisa murmura dulcemente.

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