YUCATÁN, una tierra tan llena de historia no es ajena al terror, sus leyendas, tanto antiguas como recientes, están formadas por seres desconocidos, escalofriantes, malvados o perturbadores.
Las leyendas mayas cuentan con una amplia lista de leyendas que nos hacen darnos cuenta, de lo fantástica y extraordinaria de nuestra cultura.
Una de las leyendas más sobresalientes y populares
es la leyenda de la serpiente cola negra o Ekuneil como también se le conoce (algunos atribuyen esta leyenda a la Chayilcán o Xchail Can). Muchos la describen, como una serpiente que puede medir desde los 2 hasta los 4 metros, con una piel en diversos tonos de gris y la cola bífida. Sin embargo el aspecto más terrorífico de este ser, es su alimentación, ya que se dice que se alimenta de leche materna de los humanos.
La Ekuneil habitaba en los montes de la Península de Yucatán, con su especializada lengua rasgaba el aire como las demás especies de serpientes, de esta manera lograba detectar a aquellas mujeres que estuvieran amamantando. Eran ágiles para subirse a los árboles, y así de rama en rama, llegaba hasta el techo o pared de la casa, donde buscaba una manera de poder acceder al interior.
Cuentan las leyendas mayas que sigilosamente se acercaba a la madre, ya sea que esta se encontrara durmiendo o en pleno acto de alimentar a su bebé, ella nunca notaba la presencia del animal ni como poco a poco se le iba acercando, así era como la serpiente introducía su cola bifurcada en las narices de la mujer para lograr que se durmiera o para que no despertara, una vez logrado esto, empezaba a alimentarse de los pechos de la madre, retrayendo sus colmillos para no matarla con su veneno, sin embargo, tan pronto el infante lloraba, retiraba su cola de la madre y la metía en la boca del indefenso bebé, el cual desesperado comenzaba a succionar de ella con todas sus fuerza con el fin de obtener su vital alimento maternal, necesario para su sano crecimiento. Pero todo sería inútil ya que dichos nutrientes eran obtenidos por la Ekuneil y la cola solo servía para acallar el llanto del infante al mantenerlo entretenido durante todo este proceso.
Si la Ekuneil no mataba a su víctima ni al bebé no era por un acto de bondad, sino que se debía a que deseaba preservar su fuente de alimento el mayor tiempo posible, así conforme pasaban los días la serpiente va ganando nutrientes para cuando entre en celo o para la época de frio, pero madre e hijo se iban debilitando, hasta llegar a una desnutrición severa ya que el animal no dejaba de alimentarse hasta dejar secos ambos pechos de la mujer, y de este modo no quedaba nada para el pobre recién nacido.
Y si la serpiente nunca fue atrapada en el acto, finalmente madre e hijo morían por la desnutrición, por lo cual la Ekuneil huía para continuar con su estela de muerte.
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