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EL CHARRO NEGRO

(Relato corto)
Carlitos  tenía  once  años,  él  estaba  esperando  a  que  su  abuelita,  Doña  Lolita, cerrara  su  tienda.  El  reloj  casi  marcaba  las  nueve  de  la  noche,  cuando  el  niño escuchó  el  relinchar  de  un  caballo,  se  asomó  al  pasillo  y  vio  a  un  hombre  vestido de  negro  montando  en  un  caballo,  él  no  creía  lo  que  veían  sus  ojos;  su  abuelita siempre  le  contaba  historias  del  “Charro  Negro  de  Pachuca”,  entonces  corrió para avisarle a su abuelita de lo que acababa de  ver. El jinete estaba fumando  y  sacaba humo por  la nariz cada  vez que exhalaba. —Abuelita, abuelita, en el pasillo está el Charro Negro. —Eso  no  es  cierto  Carlitos,  mejor  ayúdame  a  guardar  las  cajas  de  refresco  en aquel estante para  ya cerrar  la tienda. —Vi al Charro Negro, es como me lo has contando. —No te creo, él solo aparece cuando hay  oro en la casa  y, aquí, no hay. Al  día  siguiente,  un  muchacho  que  estaba  esperando  su  pago,  después  de  haber descargado  la  leña  en  la  tienda  de  “Doña  Lolita”;  le  señaló  con  la  mano  una botella.

—Doña Lolita,  ¿cómo  le  hizo  para  meter ese  oro  en  la  botella,  si  esta  tan  pequeño el orificio para que entren semejantes monedas? Doña Lolita  volteó a  ver  la botella que decía el mozo. —  ¿Acaso me estás  bromeando  muchacho?  Ahí  no  hay  nada  de  lo  que  dices, solo es cisco. —  ¿Apoco  no  ve?  Aquella  botella  que  está  ahí  en  el  anaquel,  tiene  esas monedas. Doña  Lolita  se  acercó  al  anaquel,  tomó  la  botella,  la  tiró  al  piso  y  cuando  se rompió, se  vio el resplandor  del oro. —Ya  ve,  yo tenía razón. —Sí, muchacho. Doña Lolita cogió unas monedas de oro  y  se las dio al muchacho. —  Toma son tuyas, te las regalo. —  ¡Gracias, Doña Lolita! Que Dios le dé más.

Cuando  terminó  el  mozo  en  de  decir  la  frase,  las  monedas  de  oro  se  volvieron  a convertir  en  cisco.  Inmediatamente  se  escuchó  el  relinchar  de  un  caballo,  era  el Charro Negro que soltó una carcajada. Dice  la  leyenda,  que  aquel  que  encuentre  oro  en  cualquier  parte  de  este  pueblo y  lo  tome  con  sus  manos  mencionando  el  nombre  de  Dios,  lo  verá  convertirse en polvo..

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